El derrumbe de la infelicidad en la mediana edad: nuevas evidencias y desafíos para el bienestar

Escrito por Pedro César Martinez y Simon L. Dolan

La felicidad siempre ha sido objeto de análisis. Qué pócima se esconde detrás, cuales son sus principales ingredientes. Hay un interés noble en los seres humanos en conocer en qué radica, que factores explican este estado emocional y por tanto, como se alcanza. Un análisis derivado del anterior se concreta en si es un objetivo final o una vez alcanzada se puede mantener en el tiempo. Supone un reto si aparece y desaparece o incluso más difícil de manejar si se pudiera conseguirla, retroceder, volver y así sucesivamente.

Existe un factor que se ha utilizado como variable independiente del asunto: la edad. La relación entre edad y bienestar subjetivo ha despertado, en las últimas décadas, un enorme interés en la psicología y en las ciencias sociales. Parece ser que los seres humanos no experimentan la felicidad ni el malestar de manera uniforme a lo largo de la vida: existen patrones que tienden a repetirse según la edad y las etapas vitales.

El más conocido de esos patrones es la “curva en U de la felicidad”, según la cual el bienestar es elevado en la juventud, disminuye en la mediana edad y vuelve a aumentar en la vejez2. Su contraparte estadística es la llamada “curva de la infelicidad”, con forma de colina, que indica que el malestar vital alcanza su punto máximo en torno a los 47-49 años.

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