Tecnologías como la robótica o la inteligencia artificial auguran un profundo cambio
Artículo original publicado en el Diario de Sevilla
AUTOR: Simon L. Dolan
Desde hace años sabemos que el trabajo es parte de la vida. ¿Te imaginas la vida sin trabajo, especialmente para las personas que pasan años preparándose para ello? ¿Qué significará trabajo en el futuro? ¿Estamos en una fase de transformación completa del trabajo que incluye muchos aspectos? ¿Cómo se relacionará el trabajo y el no trabajo en el tejido de la sociedad? Si bien las respuestas a estas cuestiones no son fáciles, mi perspectiva y experiencia me llevan a concluir que la mayoría de las personas e instituciones (de todo ámbito) no están preparadas para trabajar en el futuro y es necesario el estudio riguroso de la evolución esperada. Solamente de esta forma será posible el diseño de actuaciones y escenarios que, incorporando las nuevas tecnologías, descubrimientos científicos y valores, permitan afrontar el futuro de manera positiva. No somos profetas, ni tenemos bolas de cristal para predecir el futuro, pero aplicando el sentido común y extendiendo tendencias y desarrollos, podemos prever el panorama futuro. Para ello, la creatividad y la imaginación son muy necesarias, si se quiere ir más allá de nuestras propias experiencias. Una cosa está clara: estamos buscando un nuevo tipo de brújula en un mundo que está en constante cambio, es caótico, ambiguo, incierto y volátil.
La respuesta a la pregunta de ¿por qué trabajamos?, para algunas personas puede ser simple: porque debemos o porque nos gusta. Trabajamos para ganar dinero que nos permita cubrir nuestras necesidades. El trabajo llena nuestro tiempo. Nos compra ocio, nos da la oportunidad de «ser quienes realmente somos» en nuestras horas no laborales. El trabajo permite el dominio, la autonomía, el logro y la contribución. Da una manera de medir económicamente nuestro valor para una comunidad, sociedad o familia. Para otros, la respuesta es todavía más profunda: porque nos conecta con nuestro sentir, nuestro espíritu, nuestro sentido del destino; nos ayuda a sentir y experimentar la vida con un fondo de esperanza, es una fuente que da significado a lo que buscamos tocar, alcanzar, a través de las rutinas y operaciones diarias de nuestras vidas. Las respuestas a cualquiera de las preguntas planteadas pueden diferir según los momentos de nuestros días y las diferentes estaciones de nuestras vidas. Como niños, nos preguntamos, ¿qué quiero hacer cuando sea grande? ¿Cómo puedo cumplir los sueños y deseos (explícitos y tácitos) de mis padres? En algún momento, tocamos ligeramente la pregunta existencial, ¿quién se supone que debo ser realmente en mi vida? En la mediana edad, podemos trabajar para actuar, para influir, para criar familias o para darnos opciones. En el ocaso de nuestras vidas, contemplamos, ¿qué hice con mi tiempo? ¿Qué trabajo hice? ¿Qué árbol planté, libro escribí, niño crié o qué dejé atrás?
Sabemos que el trabajo es una parte grande, si no la más grande, de nuestra experiencia de vida en términos de tiempo, valoración y significado. El trabajo, en principio, consiste en cualquier actividad que nos permita crear valor para nosotros mismos y para los demás. Su significado se enmarca en las esferas social, económica, política y cultural de nuestras vidas. Su valor, así como su porqué, han cambiado a lo largo de la historia humana y continuarán cambiando.
Hoy, nos encontramos en el precipicio de otra revolución humana en el trabajo, el futuro del trabajo, y prevemos que va a experimentar, una vez más, una transformación fundamental dentro de una metamorfosis global mucho mayor y profunda. El futuro del trabajo está sobre nosotros hoy pidiendo nuestra atención para cuestionar colaborativamente y cocrear su significado, impacto y camino a seguir.
El futuro del trabajo incluye aspectos como su propia evolución (contenido), la de los trabajadores y el lugar de trabajo, en un contexto de una cacofonía de fuerzas disruptivas que simultáneamente ofrecen oportunidades ilimitadas y amenazas profundas en el mundo de hoy. Nace de miles de años de trabajo, millones de pequeñas y grandes evoluciones y revoluciones tecnológicas y de sistemas organizativos cambiantes que han apoyado la evolución humana a través de las civilizaciones. Con el futuro del trabajo, celebramos el éxito de las tecnologías avanzadas y su impacto en la productividad, la información, la velocidad y la eficiencia, pero luchamos con la incertidumbre inherente, la falta de control y el agobio de demasiadas incógnitas. Por primera vez, las tecnologías avanzadas nos hacen cuestionar qué es humano y qué es máquina. Amenazan la supervivencia del planeta que se enfurece en reacción a la explotación absoluta de los recursos y la falta de cuidado. Desafían nuestros valores e invitan a los líderes a caminar por la estrecha línea de la destrucción creativa y la transformación significativa, incitando tanto el miedo como la esperanza del cambio.
Basándonos en años de investigación en este campo, creemos que la gran mayoría de los actores de la sociedad (es decir, gobiernos, corporaciones, líderes empresariales, instituciones educativas y educadores) no están preparados para este nuevo panorama de trabajo. La mayoría todavía cree que el futuro representará una extensión de nuestra realidad, sistemas y paradigmas actuales. La mayoría no sabe lo que no sabe. La mayoría encuentra consuelo en las percepciones que se han preparado a lo largo de la vida y sus propias experiencias. ¿Qué se necesita para ver lo nuevo? ¿Ver lo desconocido con una lente radicalmente nueva? Conocimiento. Valor. Una voluntad de desaprender, de sentarse en el vacío del aprendizaje de nuevo. Reflexión. Imaginación. Esperanza. Valores.
Existe un ángulo interesante para presentar esquemáticamente el nuevo panorama del futuro del trabajo. Es mediante la definición de los tres principales impulsores/tendencias –ya en movimiento– que impactarán a las fuerzas laborales, los lugares de trabajo y la naturaleza del trabajo
La primera megatendencia es la creciente adopción de tecnologías y el aumento de tecnologías disruptivas. Esto último incluye el uso de la inteligencia artificial (IA), aprendizaje automático, robótica, interfaces hombre-máquina y, las colaboraciones entre la fuerza laboral y en los lugares de trabajo. También señala un nuevo horizonte de trabajo en el mundo virtual, accediendo e integrando nuevas formas de inteligencia, nuevos métodos de distribución de fuerza laboral físico-social-emocional-cultural y modelos de fuerza laboral híbrida. Por último, esta megatendencia ofrece oportunidades que ni siquiera podemos imaginar hoy en día, por lo que requiere la capacidad del trabajador para aprender a aprender y desaprender tanto de forma individual como colaborativa.
La segunda megatendencia son la polarización, la globalización y la regionalización de la forma y el lugar en que trabajamos. Las fronteras del trabajo se están convirtiendo en redes complejas en las que la ubicación real de los nodos de trabajo, progresivamente pierden importancia. La ubicación de la mano de obra, los servicios, los suministros, los clientes, los empleados, los socios y los inversores serán cada vez más globales, conectados a través de redes digitales, viajes y cadenas de suministro globales. Pero también, por otro lado, otras fuerzas como el avance tecnológico extremo, el creciente nacionalismo y la bipolarización política, están alimentando la atracción hacia naciones, regiones, comunidades y conexiones humanas. Estamos en un momento en el que las redes nos conectan, a través de cadenas de suministro globales, enfermedades pandémicas, escasez de combustible y alimentos y el conocimiento compartido, pero también nos separan al exacerbar las diferencias, el odio o la necesidad humana de ser parte de una comunidad o cultura local.
La tercera megatendencia es la demanda perpetua de creatividad e innovación constante (en todos los campos y disciplinas, organizaciones e instituciones en las que trabajamos) en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo (VUCA en termino anglosajón). En el pasado, las empresas podían establecer el dominio del mercado y beneficiarse de su posición de fuerza durante largos períodos de tiempo. Esto se debió a que las fuerzas ambientales y competitivas cambiaban, pero a un ritmo que era fácilmente absorbido y anticipado por los estrategas. Hoy, y cada vez más en el futuro, esta comodidad de dominación ya no es válida. El cambio que surge de las tendencias hacia la innovación tecnológica, el cambio climático, las redes sociales, la sobrecarga de información, la conexión digital y otros, es más rápido que nunca. Esto significa que las instituciones, organizaciones y empleados deben enfrentarse a más riesgos y desarrollar productos creativos y soluciones innovadoras en una rueda de transformación que gira a gran velocidad. Significa que los líderes corporativos necesitarán rediseñar y reimaginar las culturas corporativas para fomentar la innovación y la creatividad. Las fuerzas de trabajo creativas deberán ser reconocidas y recompensadas, ya trabajen dentro de las empresas o en sistemas de innovación abierta. El enfoque de las soluciones creativas también cambiará las formas de abordar los crecientes desafíos sociales, ambientales, políticos y humanos del mundo que amenazan la existencia humana (como la destrucción ambiental y el cambio climático; migración e inmigración; desigualdad social, económica, racial, de género y política, inequidad e inhumanidad; terrorismo y conflictos violentos; y similares).
Basándonos en lo que estamos describiendo hasta ahora, una cosa es cierta: el futuro del trabajo requerirá el desarrollo de nuevas habilidades con un enfoque digital. Además, aumentará la demanda de tareas intensivas en conocimiento. Numerosos estudios indican que los trabajadores requerirán nuevas habilidades para participar en la fuerza laboral del futuro: resolución de problemas complejos; pensamiento creativo, crítico e innovador; alfabetización informática y tratamiento de datos; y habilidades de software como comunicación, empatía, inteligencia emocional/social/cultural, gestión intercultural, creación de resiliencia, reflexión y flexibilidad.
Como nota final, deseamos proponer que está surgiendo un nuevo paradigma en la definición de la economía. La observación subyacente es que hoy tenemos un enfoque abrumador en las ganancias, lo que conduce a distorsiones en el significado de la verdadera economía, y conduce a ignorar los impactos colaterales negativos en la sociedad y el medio ambiente. Por ejemplo, aceptamos el impacto nocivo y perjudicial del CO2 en el medio ambiente y difícilmente nos ponemos de acuerdo para alcanzar la neutralidad, una reducción global por debajo de los límites nocivos. Todo eso cambiará en el futuro. Nuestro propósito de la economía incluye proporcionar productos y servicios significativos para los individuos y la sociedad. La economía debería ser una preocupación para todos nosotros y en ella buscar la creación de valor significativo y el intercambio de valores. Queremos insistir en que el papel del trabajo deberá ser tal que ofrezca sentido a nuestra vida. Dado que las buenas relaciones son la base más importante para una vida saludable y feliz, las relaciones en el trabajo también pueden tener un papel importante que desempeñar. El trabajo del futuro, aunque exige nuevas habilidades, retos de aprendizaje continuo para no quedar obsoleto, puede ofrecer y ser una fuente de bienestar, tal como nos señala un reciente libro de Waldinger & Schulz (2023): The Good Life: Lessons from the World’s Longest Scientific Study of Happiness.