Logremos que los empleados digan: “¡Gracias a Dios es lunes!”

Transcripción de la entrevista a Simon Dolan, presidente de la Global Future of Work Foundation (GFWF), en el periódico La Vanguardia, de España.



La pandemia está  transformando la manera de  trabajar? 

Sí, nos ha obligado  a incrementar el teletrabajo, el trabajo virtual, pero esto  no será siempre así. En un futuro no muy lejano yo preveo un trabajo  híbrido, con una mayor flexibilidad: unos  días trabajaremos en casa y otros en el  despacho, porque somos animales  sociales y necesitamos gente a nuestro  alrededor. La propia definición del trabajo  también va a cambiar. 

¿A qué se refiere? 

Hoy entendemos por trabajar que una  persona lleve a cabo una tarea y reciba  una remuneración a cambio. En el futuro vamos a medir el trabajo por el valor positivo que la gente aporte a la sociedad.  ¡Qué Quijote soy!  

Un poco optimista… 

Sí, lo soy, y apuesto por el liderazgo, el  trabajo y la educación por valores. Vamos  hacia una nueva economía en la que sólo  trabajarán dos terceras partes de las  personas en edad de trabajar y un tercio  de la población activa no trabajará, pero  colaborará de forma voluntaria con  oenegés, fundaciones, etc.  Recibirán un salario mínimo del Gobierno,  entre otros, pero su primera motivación  será aportar valor. 

“Mi sueño es hacer  en Barcelona una  cumbre como  Davos, pero sobre el  trabajo” 

Simon Dolan

¿Es eso viable? 

Sí, en una sociedad avanzada porque las  empresas serán realmente responsables y  se implicarán y colaborarán con la  sociedad y con todo tipo de causas. Esto  redundará en beneficio de todos: de las  empresas –que serán más tecnológicas– y  de los trabajadores, que estarán más  motivados. 

¿La nueva economía es sólo tecnológica?  

Predominará aquella tecnología que  permita liberarnos del trabajo manual, el  más duro lo harán robots. Si la tecnología  está en buenas manos, puede hacernos la  vida más fácil y agradable, y dejarnos más  tiempo para otras actividades, pero si cae  en malas manos puede ser catastrófico  para la humanidad. 

Pero las empresas temen los cambios. 

Sí,  es cierto, pero deben evolucionar, no  deben dormirse; aunque hoy sean  buenas, deben avanzar para serlo  también mañana. Yo entiendo la empresa  como una pareja, dos personas con  diferentes necesidades, talentos y  aspiraciones, y es importante que ambas  estén alineadas, en sintonía, y deben  avanzar en consonancia, satisfaciendo sus  necesidades. 

Como presidente de la Global Future of  Work Foundation, ¿cómo ve el futuro?  

Vamos hacia el trabajo de porfolio, donde  las personas no trabajarán a tiempo  completo para una misma empresa, sino que preferirán repartir su tiempo y  esfuerzo entre diferentes empresas,  siempre que no existan conflictos  laborales o competenciales. 

¿En qué beneficia al trabajador? 

La diversificación permite minimizar riesgos  y ofrece más seguridad y tranquilidad al  trabajador, que no tiene todos los huevos  en el mismo cesto. Pero, para mí, el  secreto es que la gente vaya feliz al  trabajo. 

¿Feliz? 

Sí, una persona que va feliz a trabajar está  más motivada, es más productiva, tiene  más ideas, más iniciativa y todo avanza  más y mejor. Pero para lograr que todo el  mundo trabaje feliz es necesario que los  empresarios rediseñen la cultura  corporativa y hagan un esfuerzo para  mejorar la calidad de vida de sus  empleados, lo que hará que sean más  felices y productivos. Y así también  lograrán atraer talento. 

¿Qué debe ofrecer una empresa para  atraer al talento? 

Al talento no sólo hay  que atraerlo, hay que mantenerlo,  retenerlo. Y debe estar motivado, con ganas de jugar y ganar con el equipo. 

¿Qué mueve al talento?

La motivación,  más que el dinero, la presencia de otros  talentos, un proyecto interesante,  atractivo y un buen ambiente laboral. Y  tener la sensación de que no va a trabajar,  sino a pasárselo bien. Si no, a la primera  oportunidad que tenga se irá. La empresa  debe lograr que sus empleados digan:  “¡Gracias a Dios es lunes!”. 

¿Qué competencias requerirán los  puestos de trabajo de mañana?

En 2019 elaboré un estudio en  colaboración con Valkiria y Barcelona  Digital Talent para conocer las  competencias necesarias para  la nueva economía, para los nuevos  puestos digitales, y vimos que lo más  valorado por las empresas son las soft  skills, las competencias blandas. La  técnica, la tecnología, son importantes,  pero lo que cuenta más es aquello que  hasta ahora no se ha enseñado en las  universidades, como saber trabajar en  equipo, formarse a lo largo de la vida para  seguir aportando valor…  

Una de las preocupaciones del Ayuntamiento y de entidades como Fira  de Barcelona es cómo reactivar la  economía de la ciudad. ¿Qué les  aconsejaría? 

Los trabajadores, y en  especial el talento, busca ciudades que les  aporten estabilidad política, seguridad y  continuidad. Barcelona es una ciudad  hipercreativa en muchos ámbitos:  gastronómico, arquitectónico, deportivo,  etc. Tiene un ecosistema emprendedor – el 22@– y tiene mar y buen clima… A la  gente le atrae vivir en un entorno  agradable, pero siempre que se le ofrezca  lo que comentaba: estabilidad, seguridad  y continuidad, además de tener un grupo  de talentos y buenos proyectos.  

¿Y qué debe hacer la ciudad? 

Barcelona  debe lograr minimizar los factores que no  atraen a las empresas ni al talento y  maximizar todo aquello que tiene de  bueno, de positivo –que es mucho– y  hacer una ciudad más ecológica –con  jardines o huertos en las terrazas o en las  azoteas, por ejemplo–, y tecnológica. Mi  sueño es hacer una cumbre a lo Davos en  Barcelona para hablar del futuro del  trabajo y cómo prepararnos.

SIMON DOLAN es doctor en Gestión de Recursos Humanos y en Psicología del Trabajo, autor de más de 75 libros, presidente de la Global Future of Work Foundation y catedrático en Esade. Es el creador del  concepto, metodología y herramientas Coaching by Values y participa en Bizbarcelona con la ponencia “Hacia el talento del futuro”, el lunes 21, a las 10 h en el Agora Talent (pabellón 8 de Fira)

Entrevista transcrita de la fuente original La Vanguardia